lunes, 18 de julio de 2016

Fernando de Valenzuela, un valido advenedizo (Parte IX)

1. Retrato de don Fernando de Valenzuela, Marqués de Villasierra, obra de Claudio Coello. Real Maestranza de Ronda.

El meteórico ascenso de Valenzuela hizo que nobles y cortesanos, que incluso debían sus puestos a la intervención de Villasierra, y Grandes desatendidos por un Rey “marioneta”, mantuvieran comunicaciones fluidas desde agosto de 1676 con el fin de elaborar estrategias de actuación para derrocar al nuevo Primer Ministro y erigirse en los nuevos árbitros legítimos de la Monarquía Así, en un complejo proceso, la nobleza, de manera casi espontánea, se hizo dueña de la opinión pública y cortesana.

Los buenos modos orientados a conseguir el beneplácito de Carlos II habían fracasado, por lo que el Duque de Medinaceli y el Conde de Oropesa optaron en última instancia por el recurso a la violencia y la colaboración con don Juan José de Austria, que seguía los sucesos de la Corte desde su exilio zaragozano y que también intentó convencer al Arzobispo de Toledo, don Pascual de Aragón, de su participación en la expulsión de Valenzuela. El Duque de Medinaceli, sumamente prudente, se condujo con especial cautela en todo el asunto y trató de atraerse hacia sí la voluntad del Rey para protegerse de futuras represalias a la vez que fue pieza activa en la captación del citado Arzobispo para el recurso de la fuerza en el asunto Valenzuela. La carta que mandó a don Pascual es ilustrativa al respecto:

"Señor no quiero quietarme en mi celo y obligaciones, acompañados del conocimiento que me asiste, y en que me han constituido la experiencia de tan repetidos trabajos como en los que se ve este infeliz Palacio y esta desgraciada monarquía, si dejase ir la carta inclusa sin expresar a Vuestra Eminencia mi dolor en el horror que me deja ver tan ciego a quien se ha procurado abrir los ojos por todos los caminos de la conciencia, de las obligaciones de rey, de las de caballero y aún de las de hombre racional, que tengo testigos a Dios gracias…"

En septiembre de 1676 ocurrió un hecho que precipitó la evolución de los acontecimientos: el Marqués de Villasierra fue ascendido a Grande de España durante el desarrollo de una cacería con un suceso desafortunado: En el transcurso de tan saludable actividad para el adolescente Carlos II, éste logró cazar (según los testimonios de sus más allegados “cortesanos”) un fabuloso jabalí. Con la emoción el Rey disparó varios tiros al aire con tan mala suerte que uno de ellos acertó a dar en el pie de Valenzuela, El Rey quiso resolver el incidente con un gesto escandaloso que enervó a los nobles allí presentes: llamó a Villasierra y le pidió que "cubriese su cabeza", gesto tradicional para nombrar a un Grande de España, con derecho a compartir posición y privilegios con los más esclarecidos linajes de la Monarquía. Desde aquel bochornoso episodio, los Grandes y títulos, los cortesanos descontentos y don Juan Juan José de Austria, decidieron que Valenzuela debía ser expulsado de la Corte y con él la Reina madre, su gran valedora.

En noviembre tuvo lugar lo que Álvarez Ossorio ha denominado "Huelga de Grandes": los Grandes se negaron en rotundo a incluir a Valenzuela en su selecto círculo, así, en un acto de desobediencia al Rey sin precedentes en la monarquía de los Austrias, el 4 cuatro de noviembre, onomástica de Carlos II, los Grandes dejaron a Valenzuela solo en el banco de la Capilla Real, reservado para las altas dignidades y, el día del cumpleaños regio, 6 de noviembre, sólo acudieron a la ceremonia del besamanos cinco Grandes como protesta ante el reciente ascenso de Villasierra, incluso Medinaceli se disculpó por malestar físico en la audiencia pública de Valenzuela el día 10 de noviembre.

El 15 de diciembre casi todos los Grandes firmaron un manifiesto contra Valenzuela que certificaba la rebeldía de la nobleza y su respaldo incondicional a don Juan José de Austria: "declaramos que cualesquiere que intentaren oponerse a embarazar nuestros designios, encaminados al mayor servicio de Dios, de Su Magestad, y bien de la causa pública, los tendremos y trataremos como a enemigos jurados del Rey y de la patria uniéndonos todos contra ellos". Al final del manifiesto se hacía referencia concreta a la postura de don Juan José: "Y el Señor don Juan, en su particular, declara que el haber convenido el último de los tres puntos dichos que toca a su persona, es por haberlo juzgado los demás conveniente al servicio de Dios y del Rey, pues de su motivo propio, protesta delante de su Divina Magestad, no viniere en ello, por muchas razones".


Entre los nobles firmantes se encontraban las Casas de Alba, Osuna, Pastrana, Veragua, Gandía, Híjar, Camiña, Infantado, Lemos, Oñate, Medina-Sidonia, etc. Sin embargo, dos importantísimos nombres no suscribieron este comprometedor documento, se trataban, nada más y nada menos, que del Duque de Medinacli y el Conde de Oropesa. Sus razones parecen claras: Medinaceli siempre jugó con la ambigüedad propia de un experto cortesano, se mostró favorable a la expulsión de Valenzuela, incluso fue partidario del uso de la violencia, pero nunca abiertamente. Medinaceli procuró ante todo que no le salpicaran las posibles represalias que pudieran venir de uno u otro bando, calibró fríamente las consecuencias y decidió no firmar por lo que pudiera ocurrir, además si triunfaba don Juan José bien podría justificar su apoyo al bastardo con sus esfuerzos pasados. El Conde de Oropesa, tan cercano en intereses a Medinaceli y con un puesto importante que perder o conservar, debió realizar las mismas reflexiones. Ambos no firmaron y ambos llegaron a ser, tras la muerte de don Juan José de Austria, primeros ministros de la Monarquía. Tampoco estamparon sus nombres en el documento el Almirante, el Condestable o don Pascual de Aragón.

Con aquel manifiesto se confirmó la rebelión de la nobleza auspiciada por don Juan José de Austria. Un ataque a la Regente y al Marqués de Villasierra que se iba a saldar con los dos objetivos planteados por los conjurados: el alejamiento de doña Mariana de Austria y el encarcelamiento de Valenzuela.

CONTINUARÁ...


Fuentes:

1. Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Precedencia y dirección del Gobierno. El ascenso ministerial de Fernando de Valenzuela en la Corte de Carlos II" en García García  Bernardo J. y Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Vísperas de Sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II". Fundación Carlos de Amberes, 2015.

2. Castillo Soto, Josefina: "Don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV): Su labor política y militar". UNED, 1991.

3. Luque Talaván. Miguel: "La inconstante fortuna de Fernando de Valenzuela y Enciso. Su destierro en las islas Filipinas y los últimos años en la ciudad de México (1678-1692)". Archivo Agustiniano, XCV (2011), 213-244.

4. Oliván Santaliestra, Laura: "Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII". UCM, 2006.

1 comentario:

  1. Dos escenas sugerentes dicen mucho de la corte de entonces: el pobre Valenzuela con un tiro en el pie y el rey Carlos II haciéndole la merced de cubrirse como acvto de perdón por su torpeza ante la exultante alegría de la caza del jabalí (imagino a Valenzuela retorciéndose de dolor en una pose poco cortesana) y el mismo protagonista solo, en el banco de la Capilla Real, con la aristocracia rebelde mirándole de soslayo y murmurando (un poco al estilo de lo que hacían los españoles con Amadeo de Saboya, salvando las distancias). Y él resistiendo a tales envites, solo contra la alta nobleza. Un valiente, vamos, zorruno y resistente.
    Un beso

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