Con la temprana rendición de Tournai aparecieron en Flandes muchos fantasmas ante la incapacidad hispana de presentar resistencia ante un enemigo muy superior en número. La población se mostraba apática ante un gobierno que no parecía presentar batalla, y cuyo ejército era demasiado escaso para controlar el territorio y poder así defenderse del agresor francés. Entre los balones y flamencos resonaba la idea de que su Rey y España les habían abandonado, y ningún socorro se podía esperar del Emperador o del resto de príncipes alemanes aliados. El desconsuelo y la desesperación habían también cundido entre los mandos hispanos que asistían en el gobierno de Flandes.
Las rendiciones apresuradas y la incapacidad del gobernador Castel-Rodrigo de presidiar convenientemente todas las ciudades de los Países Bajos ante la carencia de infantería, habían hecho que se temiese que los habitantes del país convinieran a entregar sus ciudades a los franceses proclamando su neutralidad. Sin embargo, lo cierto era que los valones y los flamencos, celosos de su integridad, no tenían demasiado aprecio a una Francia burocrática que estaba desarrollando el absolutismo y el centralismo, y que imponía elevadas cargas hacendísticas sobre la población para el mantenimiento de su poderoso ejército. Pero parecía claro que la población de las ciudades, bastante independiente de por sí, no presentarían resistencia ante cualquier asalto francés sin esperanza alguna de que un ejército de socorro pudiera llegar a liberarles; tenían mucho que perder.
En este ambiente de desconfianza y desamparo que padecían los habitantes de los Países Bajos con respecto a España, la hija del Marqués e Castel-Rodrigo, junto con la Condesa de Monterrey y otras de las mujeres de los altos dignatarios hispanos que estaban en Bruselas, fueron enviadas al convento de Santa Clara escoltadas por sus maridos ante el temor de los nuevos acontecimientos. La salida de estas notables damas fue entendida por los habitantes de la ciudad como una huida, por lo que se extendieron rumores de abandono y se temió que se produjese algún alboroto popular. En estas circunstancias, el gobernador Castel-Rodrigo, pese a estar enfermo de gota, paseó por las calles de la ciudad a caballo para atestiguar que no abandonaría la ciudad. Pero el paseo de Castel-Rodrigo no bastó para asegurar del todo los ánimos de los naturales, según el mismo comentaba: “conociendose en los semblantes nos miraban a todos con horror y deprecio” (1).
Volviendo al tema militar, tras la caída de Tournai los franceses se dirigieron a la vecina Duoai, la rodearon y empezaron a levantar trincheras para circunvalar la plaza. La guarnición presente en la ciudad se componía de 3 compañías de caballería y 4 de infantería, algo más de 300 hombres, todos ellos balones al mando de Jean-Philippe d’Yve, barón d’Ostiche. El 6 de julio, después de 6 días de asedio, la guarnición capituló ante las peticiones de rendición de la población civil. Pero antes la guarnición opuso cierta resistencia, llegando a ser herido levemente en el asedio el mismísimo Vauban (2).
Lo más doliente de la rendición fue la prácticamente nula resistencia opuesta por el gobernador del fuerte vecino de Escarpe. Este pequeño recinto fortificado, al mando de un gobernador español, estaba presidiado por una compañía de infantería valona libre, con una dotación teórica de 50 hombres sobre el papel. Pero en esos momentos seguramente apenas tenía algunos hombres, por lo que éstos no podrían haber opuesto apenas resistencias a un asalto. Pese a ello, la rápida rendición incondicional del fuerte y la fuga de su gobernador causó ampollas en el alto mando hispano. Si bien había sido comprensivo ante la rendición de los gobernadores de ciudades, a los que la población civil les obligó de algún modo a rendirse, no lo fue tanto en un puesto eminentemente militar y en el que no había civiles a los que proteger. Los militares debían haber combatido antes de su rendición, debían haber salvado su honor, por lo que el gobernador, un tal Alverado, fue condenado a muerte en Gante por su mala actuación, intentándose así dar ejemplo a los demás. Pero a pesar de su arresto, Alverado pudo huir de la prisión por lo que no pudo ser decapitado, duro revés para la justicia militar (3).
Fuentes principal:
* Rodríguez Hernández, Antonio José: “España, Flandes y la Guerra de Devolución (1667-1668). Guerra, reclutamiento y movilización para el mantenimiento de los Países Bajos españoles”. Colección Adalid/Ministerio de Defensa, 2007.
Notas:
(1) Carta del Marqués de Castel-Rodrigo de 4 de agosto de 1667. A.G.S. Estado Leg. 2.106.
(2) Carta del Marqués de Castel-Rodrigo de 6 de julio de 1667. A.G.S. Estado Leg. 2.106.
(3) Papeles sobre la reforma del ejército de 1662. A.G.S. Estado Leg. 2.099. Aviso de Bruselas de 23 de julio y 6 de agosto de 1667. A.S.V. Segretaria di Stato, Fiandra 55. Noticias recibidas de Bruselas de 6 de julio de 1667. Noticias concernientes a la ocupación de Douai y el sitio de Lille por las tropas francesas. B.N. ms. 3.396.
lunes, 30 de agosto de 2010
LAS GUERRAS DEL REINADO (II): LA GUERRA DE DEVOLUCIÓN (PARTE IV)
sábado, 28 de agosto de 2010
DE VUELTA DE BRUSELAS Y BRUJAS
martes, 24 de agosto de 2010
MINIVACACIONES
domingo, 22 de agosto de 2010
LAS GUERRAS DEL REINADO (II): LA GUERRA DE DEVOLUCIÓN (PARTE III)
sábado, 21 de agosto de 2010
LAS GUERRAS DEL REINADO (II): LA GUERRA DE DEVOLUCIÓN (PARTE II)
viernes, 20 de agosto de 2010
MUERE S.A.R. EL PRÍNCIPE DON CARLOS HUGO DE BORBÓN-PARMA
miércoles, 18 de agosto de 2010
LAS GUERRAS DEL REINADO (II): LA GUERRA DE DEVOLUCIÓN (PARTE I)
lunes, 16 de agosto de 2010
LAS MUJERES DE LA CORTE (V): DOÑA LEONOR DE VELASCO, DAMA IMPERIAL (PARTE III y FINAL)
La vía libre para ganar el favor de doña Mariana de Austria iba paralela al distanciamiento de todos aquellos personajes que se hubieran ganado la animadversión de la Reina. Así, si el Conde de Pötting quería alcanzar este fin debía alejarse de aquellos cortesanos que estuvieran fuera del favor real, que, en aquellos meses posteriores a la salida del jesuita, fueron muchos, ya que tras la expulsión de Nithard, doña Mariana cobró una mayor inquina a don Juan José y a todos aquellos que colaboraron con él. Doña Leonor de Velasco, reconocida por todos como valedora de don Juan, se había convertido ante los ojos de la Reina, en una enemiga política a la que había de retirar su favor. El emperador Leopoldo I, que se había percatado de este distanciamiento de Leonor del círculo de confianza de su hermana, reprendió a Pötting por sus confianzas con la dama y le ordenó que cuidara su imagen política, si quería conservar la confianza de la Regente debía alejarse de doña Leonor:
“Euch selbsten zue erindern, dass ich die Nachricht habe, dass die (Velasco), so vor diesem allhier gwest, ganz und gar von Don Juan dependir, mit ihm correspondir, ihme alle actinones et verba der Königin spionire und was dem anhängig ist. Ich vermein, die alte Laffin meint, er seie in sie verliebt, però sarebbe solo un amor politico. Ich weiss auch, dass die Königin sie gar nit lieb hat aus eben dieser Ursach, und sich mächtig vor ihr in obacht nimmt” (1)
En definitiva, doña Mariana sospechaba de doña Leonor por ser confidente de don Juan. Leopoldo I no se hacía eco de los rumores sobre el posible enamoramiento del bastardo y la dama, ese amor sería solamente “político”. La Reina detestaba a la dama por esta causa (su clara tendencia juanista) y si Pötting quería mantenerse a su lado en estos favorables momentos para conseguir su confianza, debía procurar no mostrar amistad o simpatía hacia doña Leonor:
“Und weilen ich vernehme, dass Ihr mit ihr wohl stehet und gar oft mit [ihr] zue ein und zwei Stunden zue reden pfleget, also habe ich es Euch erindern wollen, damit Pötting sich wohl obacht nehme und sich soviet es müglich ist von dieser Freundschaft entäussern und abstrahiren solle. Dann wie kunnte die Königin mit Pötting ein Confidenz haben, wann sie alleweil in Sorgen stehen müsste, (Velasco) werde alles von ihme erfahren und weiter schwatzen. Dies geschieht allein aus genädiger Affection zue Euch und sonsten aus keiner andern Ursach” (2)
Esta carta del Emperador para Pötting se escribió el 24 de abril de 1669 y llegó a su destino un mes después, el 24 de mayo. Durante aquellos meses posteriores a la salida de Nithard, el embajador había seguido visitando a doña Leonor y a finales de abril, apenas seis días después de la redacción de aquella carta por LeopoldoI, Pötting suscribió en su diario la siguiente apreciación sobre Leonor: “Hable â doña Leonor de Velasco, dama la mas fina que se puede creer” (3). Pötting, con esta expresión, además de certificar que seguía con sus correspondencias con la dama, quiso reflejar la gran experiencia en la política cortesana que tenía doña Leonor. “La mas fina” significaba ser la más “cortesana”, una mujer que sabía moverse con agilidad en los cauces de aquel poder basado en las apariencias y en las “finezas”, es decir en la diplomacia más pura de la época.
Al recibir la misiva del Emperador en la que éste advertía a Pötting que tuviera precaución en su relación con doña Leonor de Velasco, el embajador imperial no redujo sus visitas a la dama, sin embargo, tranquilizó a Leopoldo I comunicándole que no era tanta la confianza que tenía con ella. El Emperador le respondió el 3 de julio, aliviado con tal respuesta:
“Dass Pötting mit [der] Velasco kein solche Correspondenz habe, ist gar guet, dann die Königin ganz mit ihr et quidem meo iudicio iustissime übel zuefrieden ist. Also hat der Kaiser es damals nur dem Pötting a questo fine erindert, damit er sich demnach richten möge” (4)
Sin duda, era una buena noticia que Pötting no tuviera una estrecha correspondencia con doña Leonor, dama corresponsal de don Juan José, pues doña Mariana no le tenía ninguna estima y el apoyo de la soberana era precisamente lo que el embajador debía asegurarse en aquellos momentos.
A pesar del rechazo mostrado por Leopoldo I hacia doña Leonor, la familia de los Velasco siguió beneficiándose del patronazgo imperial: el 12 de marzo de 1670, el Emperador escribió a Pötting comunicándole que la emperatriz Margarita Teresa, hija de doña Mariana, deseaba que la dama doña Estefanía de Velasco se instalara en Viena para servirla (5). Por su parte, el Conde de Pötting, aunque había negado mantener relación política con Leonor de Velasco, lo cierto es que siguió manteniéndola tal y como demuestran sus anotaciones en el diario: las expresiones de admiración hacia la dama: “Hable con doña Leonor de Velasco, egregia virago”(6) o “Hablé con doña Leonor de Velasco, dama de relevantes partes” (7) se combinaron con críticas a su apasionado carácter y permisividades de dama cansada de la etiqueta de palacio: “Hable a doña Leonor de Velasco, muy apasionada y ciega en sus propias conveniencias” (8), “Hable con doña Leonor de Velasco, en el quarto del Rey, de todo punto estrafalaria, que no se debe respetar por poco fabor de una dama de palaçio en España” (9) . “Hable con doña Leonor de Velasco, hecha una vibora de sentimientos” (10). Comentarios con alusiones a su eterna soltería: “Hable con doña Leonor de Velasco cuyo cassamiento lo veo mas lejos que çerca, según todos los visos y disposiciones” (11) un estado civil que le permitió continuar en la Corte como garante de sus intereses políticos y los de su familia.
Durante la embajada del Conde de Harrach, sustituto del Conde de Pötting desde 1674, doña Leonor de Velasco siguió vinculada con la red imperial pero no con la misma fuerza con la que había estado en la época del anterior embajador imperial. Harrach citó a doña Leonor en contadas ocasiones y con motivo únicamente de regalos o recomendaciones.
PD: el que aquí escribe parte mañana para su Madrid natal por lo que es posible que en un par de días no pueda responder tanto a vuestros comentarios o comentar vuestras entradas,
Fuentes principales:
* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII”. Universidad Complutense de Madrid, 2006.
* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria: imagen, poder y diplomacia de una reina cortesana”. Editorial Complutense, 2006.
Notas:
(1) Leopoldo I al Conde de Pötting. Viena, 24 april 1669. Brief 219. Pribam, Alfred Francis und PRAGENAU, von Moritz Landwehr: “Fontes Rerum Austriacarum. Österreichische Geschichtsquellen. Privatbriefe Kaiser Leopolds I an den Grafen F. E. Pötting. 1662-1673". Vol 56 y 57. Viena, 1903-1904.
(2) Ibídem. pag. 25.
(3) “Diario del conde Pötting”, pag. 33. 30 de abril de 1669. vol. 2.
(4) “Fontes Rerum…” Brief 224. Leopoldo I a Pötting, 3 de agosto de 1669.
(5) “Fontes Rerum…” pag. 70 Brief 244. Viena, 12 de marzo de1670. “[…] in specie hätte sie gern die Stefania de´Velasco, so vei Hof allda”.
(6) “Diario del conde de Pötting". Vol II. 15 de abril de 1670, pag. 108.
(7) Ibídem. 1 de junio de 1671, pag. 197.
(8) Ibídem. 6 de agosto de 1670, pag. 135.
(9) Ibídem. 19 de junio de 1670, pag. 123.
(10) Ibídem. 24 de julio de 1671, pag. 207.
(11) Ibídem. 8 de mayo de 1672, pag. 264.
domingo, 15 de agosto de 2010
ENTRADA EN APOYO DE MADAME DE MASQUÉE
sábado, 14 de agosto de 2010
LAS MUJERES DE LA CORTE (IV): DOÑA LEONOR DE VELASCO, DAMA IMPERIAL (PARTE II)
viernes, 13 de agosto de 2010
LAS MUJERES DE LA CORTE (III): DOÑA LEONOR DE VELASCO, DAMA IMPERIAL (PARTE I)
Entre el personal palaciego de Mariana de Austria destacaban ciertas damas vinculadas políticamente con la red imperial tejida por el Conde de Pötting, embajador del emperador Leopoldo I: la Camarera Mayor, marquesa de Villanueva de la Valdueza, doña Francisca Manrique (1), la Marquesa de Lançarote o la Condesa de Benavente ejercieron una notable influencia en el círculo de Palacio favoreciendo sutilmente a una red de poder cortesana opositora al confesor Nithard y orientada a beneficiar los intereses imperiales.
Entre las damas de Palacio destacaba de forma notable doña Leonor de Velasco, en la que el Conde de Pötting tuvo a una de sus grandes colaboradoras políticas, con la que conversaba tras las audiencias con la Reina e intercambiaba impresiones sobre los asuntos cortesanos, y a la que el Conde definía como una “dama de gran entendimiento”.
Leonor de Velasco, en su juventud, había acompañado a la emperatriz María (2), hermana de Felipe IV y futura madre de doña Mariana de Austria, a la corte de Viena, destino al que fue enviada junto con su hermana doña Ana María de Velasco, y donde ejercería el cargo de tocadora. Allí, las dos hermanas Velasco debieron aprender la lógica de la política cortesana: en la casa de la Emperatriz actuarían más de una vez como garantes de los intereses de su familia. Tras sus años de servicio en Viena, en 1648, año en que la archiduquesa doña Mariana de Austria, hija de aquella adolescente infanta a la que las Velasco acompañaron a su destino imperial desde Madrid, fue destinada a convertirse en la nueva esposa de su tío Felipe IV, las dos damas españolas hicieron de nuevo el largo viaje a la inversa para atender esta vez, a la futura Reina de la Monarquía Hispánica. El regreso de las Velasco a Madrid, las consolidó como verdaderas damas experimentadas en asuntos cortesanos. En la corte que las vio partir años atrás, cerca de su red de poder familiar, comenzarían a jugar un importante papel en la política “austriaca” que haría que doña Leonor comenzase a resaltar como líder de la camarilla de damas “austriacas” opositoras a Nithard.
Doña Leonor pertenecía a una de las familias más importantes de la grandeza castellana: los Velasco, de tradicional inclinación hacia el partido austriaco. A la altura de 1666 su máximo representante político en el gobierno era el Condestable de Castilla y Duque de Frías, don ĺñigo Fernández de Velasco (3), joven lleno de ambiciones que, como el resto de los Grandes, se sintió marginado por el gobierno de la Regencia. La inclinación política de Leonor de Velasco, vinculada familiarmente con la Condesa de Pötting (4), fue claramente imperial como así demuestra el constante apoyo mostrado al embajador austriaco en todos sus proyectos.
Las referencias de las hermanas Velasco desde su arribo a Madrid hasta la muerte de Felipe IV y el ascenso de Mariana de Austria a la Regencia, son escasas. Juan Francisco Davila, en la crónica sobre el primer cumpleaños de la joven Reina celebrado en la corte de Madrid (5), mencionó a doña Ana María de Velasco que, al parecer, ese 21 de diciembre de 1648, en la obra de teatro de carácter mitológico de las damas de la Reina, protagonizó una loa en la que hizo el papel del dios Apolo. Noticias de las dos damas, Ana María y Leonor, vuelven a aparecer en la descripción del bautismo de la infanta Margarita María realizada por Bocángel (6), ceremonia a la que parece ser que las dos damas no pudieron asistir por encontrarse al cuidado de doña Mariana, aún convaleciente tras el parto, o por culpa de un luto inoportuno.
Dejando a parte el aspecto puramente festivo-cortesano, lo que interesa aquí recalcar es la actuación política de doña Leonor que, sin duda, revierte gran importancia. Las frecuentes conversaciones entre Pötting y la dama así lo confirman, El embajador, tras las audiencias ordinarias con la Reina, solía hablar con la Camarera Mayor, marquesa de la Valdueza, también “austriaca”, y con doña Leonor de Velasco, con la que empezó a compartir críticas hacia el padre confesor de la Reina en la temprana fecha de enero de 1666: “por la tarde me fui a hablar a doña Leonor de Velasco adonde hicimos buena conmemoración de los disparates del Reverendissimo Padre Neithart, y de sus desmesuradas ambiciones” (7).
La animadversión política de Leonor de Velasco hacia el jesuita confesor, no se debe interpretar como un odio aislado, ya que éste era común entre los miembros de su familia, Grandes de España que se sentían marginados por el nuevo gobierno de la Regencia, orquestado por el advenedizo Nithard y la reina doña Mariana, como se ha dicho con anterioridad. El también citado Condestable de Castilla, jefe de la Casa de los Velasco, experimentó el desplazamiento del que por esas fechas, fue víctima la casta nobiliaria; otro familiar de “la Velasco”, don Pedro Fernández de Velasco y Tovar sufrió las consecuencias de este cambio en el favor real: don Pedro, II marqués del Fresno, cuñado del Conde de Peñaranda y ex-embajador en Inglaterra, tuvo un enfrentamiento con Nithard cuándo éste le negó el Virreinato del Perú para otorgárselo al Conde de Lemos. Leonor de Velasco se declaraba anti-nitharda, haciendo gala de una gran compenetración entre sus intereses y los de su familia. Sus claras tendencias “austriacas” se demuestran por tanto en su fluida relación con el embajador imperial Pötting, al que no sólo le unían lazos políticos, sino, como se ha dicho con anterioridad, también familiares, pues la esposa del embajador, la condesa de Pötting, era prima de doña Andrea de Velasco, condesa de Albadeliste (8), cuyo marido, el X Conde de Albadeliste, también familiar, era a su vez, un colaborador del diplomático.
Conversaciones “sobre todo género de materias” (9) en el cuarto de la Camarera Mayor o en “la pieça oscura de la Reyna”, y las correspondientes “finezas” de la entrega de regalos, son las dos actuaciones que vienen a justificar este mantenimento del vínculo político entre doña Leonor y el Conde de Pötting. En 1666, primer año de la Regencia, doña Leonor de Velasco estaba plenamente informada de gran parte de los asuntos políticos gestionados por el Conde de Pötting, informaciones que la dama supo asegurar y compensar a través de los regalos que entregó al diplomático en aquellos meses. En el mes de abril, doña Leonor regaló a Pötting una “donosa cajilla de tabaco” (10), mientras el 22 de junio el embajador recibía un regalo muy especial: “Hable en el quarto de la Camarera Mayor a doña Leonor de Velasco, la qual me regalo con una cuenta original de la Sancta Juana de la Cruz, encajada en oro, y ensartada en una cadenilla, poniendomela en el braço izquierdo para traerla en su memoria, alaja muy estimada y rara” (11); en esta ocasión, doña Leonor quiso que el Conde la recordara continuamente, que no la olvidara ni la apartara de su lado político, la joya que le había regalado debía cumplir su función del mantenimiento del favor y la confianza entre ambos. Leonor de Velasco tenía un especial interés por conservar el vínculo político con el embajador imperial. Las tendencias “austriacas” de su familia a la altura de 1666 y el beneficio político que la dama estaba experimentando en aquellos momentos de la relación con el conde de Pötting, le motivaron para sellar y prolongar, con un valoradísimo obsequio, esta buena correspondencia política.
…
…
Fuentes principales:
* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII”. Universidad Complutense de Madrid, 2006.
* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria: imagen, poder y diplomacia de una reina cortesana”. Editorial Complutense, 2006.
Notas:
(1) Hija del Conde de Frigiliana, murió soltera el 3 de mayo de 1670.
(2) Hija de Felipe III y Margarita de Austria. En 1631 contrajo matrimonio con el emperador Fernando III. Fue madre de Leopoldo I y de doña Mariana de Austria.
(3) Don Iñigo Fernández de Velasco y Tovar (1629-1696), condestable de Castilla, general de la caballería de España, gobernador de Flandes entre 1668 y 1670; tras su paso por la Junta de Regencia desempeñó importantes cargos en los Consejos: presidente del Consejo de Órdenes, presidente del Consejo de Flandes para ocupar en 1676 la dignidad de la Mayordono Mayor del Rey.
(4) El embajador imperial, Conde de Pötting, estaba casado con una mujer de la dinastía Dietrichstein, emparentada con la Casa de Cardona desde el matrimonio, en 1553, de Margarita Folch de Cardona y Requesens, nieta del I Duque de Cardona, con Adam Herr zu Dietrichstein-Nikolsburg, Mayordomo Mayor del emperador Rodolfo II, que posteriormente entroncaría con los Velasco. Marie Sophie de Dietrichstein, que así se llamaba la condesa de Pötting, tenía, por tanto, fuertes lazos de parentesco en la Corte y los miembros de su familia constituyeron pilares fundamentales de la red de poder de su marido.
(5) Davila, Juan Francisco: “Relación de los festivos aplausos con que celebró esta corte católica las alegres nuevas del feliz desposorio del rey nuestro sennor don Felipe quarto (que dios guarde) y el cumplimiento de años de la Reyno nuestra señora”. 1649.
(6) BNM. Mss. 8333. Bocángel.
(7) “Diario del conde de Pötting…” 15 de enero de 1666. p. 170.
(8) La condesa de Pötting solía visitar a su prima doña Andrea de Velasco con frecuencia. El 21 de julio de 1666 “la condessa fue a visitar a su prima doña Andrea de Velasco, que esta parida de una hija” p. 225. ò 7 de abril de 1669. p. 29 vol 2. Y, en otras ocasiones, la condesa iba a ver a casa de su prima las procesiones…
(9) “Diario del conde de Pötting…” 15 de enero de 1666. p. 170.
(10) Ibídem, 27 de abril de 1666. p. 196.
(11) Ibídem, 22 de junio de 1666. p. 215.
jueves, 12 de agosto de 2010
MANIFIESTO EN APOYO A NUESTROS COMPATRIOTAS DE CEUTA Y MELILLA:
Un Gobierno democrático que se dice defensor de los derechos sociales de la ciudadanía no puede permitir el ninguneo y la guasa con la que Marruecos está tratando, por ejemplo, a las fuerzas y cuerpos de seguridad fronterizos de género femenino y, sin embargo, cierra la boca. Recordemos que Marruecos es un país sin libertad de expresión, teocrático y donde no vienen respetados los derechos de mujeres y otros grupos sociales como homosexuales o inmigrantes. Además todos sabemos, y el Gobierno sabe, que estos disturbios tienen unos fines muchos más graves e inaceptables, pues como sabemos Ceuta y Melilla pertenecen a España desde 1580 y 1497, respectivamente, mientras que el Reino Alauita, como entidad territorial, empieza a crearse bien entrado el s. XVIII.
Este blog no puede permanecer con la boca cerrada ante el lamentable espectáculo al que estamos asistiendo en los últimos días, donde la masa popular marroquí está siendo controlada y lanzada contra los intereses españoles por parte del dictador-rey que gobierna el Reino, y de su pléyade de jerifaltes fanáticos, que intentan esconder los propios problemas internos atacando a España en una de sus horas más difíciles de los últimos años.
El gobierno debe responder por sus ciudadanos, ciudadanos a los que representa, proteger sus derechos y luchar por su dignidad.
Antes de despedirme, me gustaría decir que NO es ésta una entrada partidista, pues, es derecho del ciudadano, en una DEMOCRACIA, elevar su voz contra un gobierno que no actúa y no protege a su ciudadanía, y esto es así gobierne la derecha o la izquierda, los rojos o los azules.
CAROLVS II
miércoles, 11 de agosto de 2010
LAS MUJERES DE LA CORTE (II): LA CAMARERA MAYOR DE MARIANA DE AUSTRIA, MARQUESA DE LA VALDUEZA
Una de las figuras más importantes de la Corte de Mariana de Austria fue doña Elvira Ponce de León, marquesa viuda Villanueva de la Valdueza por su matrimonio con don Fadrique Álvarez de Toledo y Osorio, I marqués de Villanueva de la Valdueza (muerto en 1634) e hija de don Luis Ponce de León, marqués de Zahara, y de Victoria de Toledo, hija de Pedro de Toledo Osorio, V marqués de Villafranca del Bierzo y II duque de Fernandina. Recibió el cargo de Camarera Mayor el 8 de enero de 1654 (1), cinco años después de la llegada a la Corte de Mariana de Austria, a la que sirvió durante toda su época como consorte, regente y reina madre.
Las competencias de la Camarera Mayor en Palacio eran muy amplias ya que ésta se encargaba de acompañar a la Reina en todas sus actividades diarias; así, debía estar a su lado tanto en los actos oficiales como en los lugares más recónditos de Palacio, pues a ella le competía vestir a la Reina, ayudarla en su aseo personal y velar su sueño en las largas noches del Alcázar.
El caso de la Marquesa de la Valdueza fue especial, ya que tuvo la oportunidad ejercer el puesto en tiempos de una regencia femenina, por lo que las posibles alteraciones del protocolo cortesano se percibieron como un peligro real por parte del sector masculino de Palacio. La Camarera de la Reina logró acaparar la función de concertar el régimen de visitas políticas de la Reina, en detrimento del Mayordomo Mayor, tal y como demuestran los testimonios del embajador francés D’Embrun y del Conde de Pötting, embajador imperial (2), y, al parecer, también debieron de ser frecuentes los billetes que hizo llegar a ciertos ministros informando del envío de notificaciones de la Reina. Además, doña Elvira no sólo acompañaba a la Reina en los actos públicos, sino también en todas las reuniones de carácter político-institucional. Esta asidua actividad le provocó más de un conflicto con el Mayordomo Mayor, Fernando Álvarez de Toledo, VI duque de Alba, que consideró las funciones atribuidas a la Camarera excesivas.
Los investigadores del período como Gabriel de Maura, se han puesto de acuerdo en señalar el talante “austriaco” de la Marquesa de la Valdueza (3). Su apoyo a la red imperial del Conde de Pötting parece claro y conocido por el resto de las facciones: de hecho, el conflicto protocolario protagonizado por la Camarera de doña Mariana y el Aya de Carlos II con respecto a quién de las dos debía ocupar el lugar preeminente en diversos actos cortesanos y que ya se comentó en la anterior entrada, demuestra la afección de la Marquesa de la Valdueza por los intereses austriacos, ya que el conflicto, que se saldó con la victoria del Aya por ser “nitharda” y opuesta en cierta medida a los intereses imperiales, dio a conocer públicamente las ambiciones de ambas mujeres, líderes simbólicas de los dos grupos de poder más influyentes de la Corte de doña Mariana en los inicios de la Regencia (4).
Desde luego, el Conde de Pötting no ocultó sus simpatías por la noble señora con la que mantenía frecuentes conversaciones tras su audiencia diaria con la Reina:
“Hable con la Camarera mayor”, “Hable con la Camarera Mayor en su quarto, señora de toda bondad y virtud”, “La Reyna me embio a deçir por la Condessa que si ya me hallava prevenido [preparado] podia mañana cumplir con mi función. Embiando a pedir la hora a la Camarera” (5). E incluso el Conde de Pötting remitía las cartas del Emperador destinadas a la Reina a través de la Camarera Mayor, prueba de la fidelidad y servicio que ésta demostraba a su partido en la corte de Madrid.
Como se ha comentado con anterioridad, la Camarera Mayor, se convirtió en la principal reguladora de las visitas y audiencias de la Reina; situación que a principios de la Regencia desembocó en una disputa de competencias con el Mayordomo Mayor y que la Reina saldó a favor de doña Elvira. Esta sentencia favorable a la Marquesa de Villanueva de la Valdueza, no significó sin embargo, la consolidación de una amistad política con la Regente si se atiende al grave conflicto de precedencias que enfrentó a la Camarera Mayor con el Aya del Rey en 1667 y que doña Mariana resolvió a favor de ésta última. No obstante, el definitivo apoyo del Aya a don Juan José de Austria en los momentos previos a la publicación del Manifiesto de los Grandes de 1676, selló el fin de su amistad y el principio de una mayor correspondencia entre doña Mariana y su Camarera Mayor. Una prueba de esta relación de fidelidades mutuas es el hecho de que la Camarera Mayor se convirtió desde los primeros conatos de la caída en desgracia del Aya, en la dama de indentidad desconocida que hizo de intermediaria en el correo secreto mantenido entre la Reina y Nithard (6).
Tras la subida al poder de don Juan (1677), doña Elvira acompañó a la otrora regente en su destierro toledano y después en su retorno a la Corte con ejemplar dedicación. Aunque la profesora M. Victoria López-Cordón comenta que no se conoce con exactitud la fecha de la muerte de la Marquesa de la Valdueza (7), según las fuentes consultadas por el que aquí escribe, ésta debió producirse el 30 de septiembre de 1691 (8).
Fuentes principales:
* López-Cordón Cortezo, M. Victoria: “Entre damas anda el juego: las camareras mayores de Palacio en la edad moderna”. Universidad Complutense de Madrid, 2003.
* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII”. Universidad Complutense de Madrid, 2006.
Notas:
(1) Su predecesora en el cargo fue la Condesa de Medellín, doña Ana de Cardona y Aragón, que antes había sido camarera de la infanta María Teresa desde noviembre de 1644 y que pasó a ocupar el cargo de Camarera Mayor de la Reina en 1647. Falleció en diciembre de 1653.
(2) Comentaba el del Conde de Pötting: “La Reyna me embio a deçir por la Condesa que si ya me hallava pevenido podia mañana cumplir con mi funcion. Embiando a pedir la hora a la Camarera”.
(3) No obstante, el mismo Maura afirma que en algún momento se la llegó a considerar “juanista”.
(4) Para conocer este litigio llevado al Consejo de Estado véase Duque de Maura: “Vida y reinado de Carlos II”. Madrid, 1954, pp. 104-105.
(5) Véase: “Diario del conde de Pötting, embajador del Sacro Imperio en Madrid (1664-1674)”. Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, 1993.
(6) Lozano, Julián: “La compañía de Jesús y el poder en la España de los Austrias”. Ed. Cátedra. Madrid, 2005.
(7) No obstante, comenta que debió producirse en torno a 1691. López-Cordón Cortezo, M. Victoria: “Entre damas anda el juego: las camareras mayores de Palacio en la edad moderna”, pp. 25-26. Universidad Complutense de Madrid, 2003.
(8) Página web de los Grandes de España.