viernes, 2 de julio de 2010

LAS GUERRAS DEL REINADO I: LA GUERRA DE RESTAURACIÓN PORTUGUESA (PARTE V)

Sir Richard Fanshaw, embajador inglés en la Corte de Felipe IV.


EL INICIO DE LAS NEGOCIACIONES DE PAZ (I):

En la primavera de 1662, a la vista del acopio de fuerzas que don Juan José realizaba en Extremadura para iniciar la reconquista de Portugal, Lisboa creyó oportuno sondear los ánimos negociadores de Madrid. A finales de abril, el padre Caldeira, jesuita y rector del Colegio de Portoalegre, pasó a Badajoz para proponer al bastardo una tregua de 4 meses con el fin de “tratar del ajuste entre los dos reinos”, a excepción de la “restitución entera de Portugal”. Sin embargo, don Juan solicitó para ello que Lisboa entregase las plazas de Elvas, Juromenha y Campo Mayor a sabiendas de que tan elevada petición sería rechazada, como así sucedió, poniendo de esta forma fin a tentativo portugués para una tregua (1).

En otoño del mismo año los lusos hicieron un nuevo tentativo de negociación para conseguir, al menos, una tregua.. En esta ocasión los portugueses enviaron a Joao Nunes de Acunha para que contactase con el Marqués de Peñalba, general del distrito de Galicia, y con su ayudante, don Baltasar Pantoja. Esta vez parece que Felipe IV puso más interés en escuchar las propuestas, pues entre finales de 1662 y principios de 1663 Acunha llegó hasta Madrid para formalizar la apertura de conversaciones en la raya del Miño. En los círculos de la Corte te levantaron voces de protesta contra lo que parecía una maniobra de los generales de Galicia para encubrir su fracaso durante la última campaña. Este mal ambiente determinó al Rey a suspender unos contactos que, a juicio de la mayoría, sólo servían para que los enemigos ganasen tiempo.

Acunha, en nombre de la reina regente doña Luisa de Guzmán, y el Marqués de Tarouca, en nombre de Felipe IV, negociaron sobre algo tan serio como el abandono del trono luso por parte del incapaz Alfonso VI a cambio de que el Rey Católico instituyese “en su hermano D. Pedro (2) una casa de lustre, a semejanza de las que fundaron el emperador y otros reyes, como la de Florencia”. Sin embargo, cuando Madrid había aceptado la proposición, “la desbarató el ser descubierta por los parciales de D. Pedro e influencias del embajador de Inglaterra”. En consecuencia, la regente portuguesa fue apartada y recluida en un convento, se proclamó la mayoría de Alfonso VI y se desterró a los marqueses de Ferreira y Gouveia “y a los demás del partido de Acunha” (3). No es de extrañar, pues, que la diplomacia lusa insistiera en hacer creer que durante aquellos encuentros “a lo más que se llegó fue a algunos capítulos preliminares , con la mediación de Su Majestad Británica, una breve tregua y un modo de tratar indiferente”. Más que interés por concluir una “paz verdadera”, lo único que se buscó fue una “concordia aparente” (4).

Por suerte para Madrid, el rey de Inglaterra no veía con buenos ojos que Portugal elevase demasiado sus pretensiones. A fin de cruenta, una cosa era asistir a un aliado y otra, muy diferente, derrochar el dinero a causa de la ambición de los Braganza. Desde 1663, Carlos II había advertido a Lisboa que, de no recibir el dinero de la dote que se le debía por su matrimonio con doña Catalina de Braganza, se vería obligado a suspender su ayuda militar, o en su defecto, a forzar una paz inmediata entre España y Portugal. Madrid advirtió esta oportunidad y, en septiembre de 1664, el Duque de Medina de las Torres comenzó a tratar con el embajador inglés, el hispanófilo sir Richard Fanshaw, sobre la posibilidad de un ajuste con Portugal (5). Las razones por las cuales Felipe IV eligió a Medina de las Torres para esta misión no se conocen, pero según Valladares, la razón podría ser que, en el estrecho círculo de ministros que rodeaban al monarca, había poco tan favorables a cerrar un tratado con Lisboa como don Ramiro Núñez de Guzmán. Además, su pragmatismo y su probada anglofilia hacían del duque el personaje adecuado. Con su elección, Felipe IV reconocía que, a pesar de su deseo de reconquista de Portugal, el sentido común exigía no cerrar los contactos con Lisboa. En diciembre de 1664, el Rey ordenó aceptar la propuesta del embajador Fanshaw de negociar una tregua con Portugal con el “máximo de prudencia y recato”. Todo parece indicar que el monarca ocultó aquella resolución al Consejo de Guerra y al de Estado con el fin de no desanimarles en la preparación de la campaña de 1665 y hasta ver en que paraban los sondeos al embajador inglés (6).

El 22 de diciembre de 1664 Medina de las Torres convocó a Fanshaw a una conferencia secreta en el Palacio del Buen Retiro con el acuerdo anglo-español de 1630 en la mano. Comenzó alegando que, en virtud de de aquel acuerdo, ni Londres ni Madrid podían auxiliar a los rebeldes de uno u otro gobierno, a los que Fanshaw respondió que lo que realmente interesaba en ese momento era salir del punto muerto en que se hallaba la negociación de un nuevo tratado hispano-británico y el ajuste de Felipe IV con Portugal. Al mismo tiempo, Medina de las Torres replicaba que no entendía cómo el monarca británico deseaba una “buena paz” con España si, al mismo tiempo, fomentaba la sublevación lusa. Sin embargo, Fanshaw contentó que Inglaterra solo pretendía “la sumisión de Portugal a la Corona de España”, respuesta que confundió a su interlocutor. Para Fanshaw, además, “había modo natural para cesar la guerra de Portugal”. En cuanto se lograse encaminar este negocio, aquellos otros que tanto preocupaban a los españoles (el contrabando inglés en la Península o los ataques piratas jamaicanos), se resolverían en un par de rondas negociadoras. El 3 de enero de 1665, Felipe IV autorizó a Fanshaw a mantener correo directo con los rebeldes portugueses. El embajador aprovechó ese mismo día para solicitar a Lisboa el envío de sus propuestas para un acuerdo con “Su Majestad Católica”. La cuenta atrás para la firma de un tratado hispano-portugués había comenzado.

No obstante, el gobierno luso, controlado ahora férreamente por el Conde de Castel Melhor, también tenía mucho que decir al respecto. En febrero Alfonso VI, requirió a sus consejeros que se pronunciaran sobre las condiciones en que debía abrirse el proceso. La mayoría de ellos se mostrarían favorables a mantener una posición de fuerza frente a Felipe IV. A juicio del Marqués de Gouveia, la superioridad militar de los portugueses avalaba esta actitud. Si se debía empezar a negociar con Madrid, las propuestas de Lisboa habrían de ser “soberanas y muy altivas”. Primero se exigiría una suspensión total de hostilidades, y sólo después, en “un lugar de la raya de Elvas”, se reuniría un ministro de cada lado para tratar “de rey a rey”. Por su parte, el Conde de Atouguia señaló la buena coyuntura que para Portugal supondría la muerte del monarca católico, cuyo legado se resumía en “un príncipe menor, de tan pocos años como salud; una reina con desunión y poco respeto; don Juan José de Austria descontento; y el rey de Francia poderoso” (7). Pero la opinión determinante fue la del valido Conde de Castel Melhor, el cual, satisfecho de ver cómo Portugal había recuperado su prestigio, consideró que éste aún podía aumentar en función de nuevas victorias y de la debilidad creciente de España. En cuanto Luis XIV atacase España e Inglaterra se viese envuelta en un nuevo conflicto con Holanda, Madrid aceptaría cualquier exigencia de Lisboa y Londres reduciría su presión sobre Portugal. Con el peso de tales argumentos, el Consejo de Estado aprobó no aceptar la apertura de negociaciones con la Monarquía Hispánica, a la vez que acordó escribir a Carlos II de Inglaterra para recordarle su obligación con Portugal.

Fuentes principales:

* Valladares, Rafael: “La rebelión de Portugal: guerra, conflicto y poderes en la Monarquía Hispánica (1640-1680)”. Valladolid, 1998.

* Valladares, Rafael: “Portugal y la Monarquía Hispánica (1580-1668)”, Madrid, 2002.



Notas:

(1) Mascarenhas, Jerónimo de: “Campañas de Portugal por la parte de Extremadura el año 1662 executada por el serenísimo señor Don Juan de Austria”, Madrid, 1663.

(2) Futuro Pedro II de Portugal.

(3) AHN, Estado, libro 699, entrada “Paz con Portugal” (sin foliar). La negociación hace referenzia a los años 1660-1663.

(4) BNL, Pombalina, ms. 548, fol. 49, D. Francisco de Melo al Señor Canciller (Lord Clarendon), Oxford, 6/XI/1665.

(5) Véase G. A Davies: “Sir Richard Fanshaw, hispanist cavalier”. University of Leeds Review, 20, 1977.

(6) RAH, ms. 9/1835, “El duque de Medina de las Torres sobre los tratados que están pendientes con el embajador de Inglaterra”, Madrid, 8/III/1667.

(7) BNL, Pombalina, ms. 548, fols. 26-26v, voto del Conde de Atouguia, Lisboa, 24/II/1665.

9 comentarios:

  1. A río revuelto ganancia de pescadores. Los conflictos de la monarquía hispánica con las naciones europeas son sabiamante aprovechados por nuestros vecinos de Portugal para no entablar negociaciones. Bueno, habrá que conformarse con su derrota futbolera. Espero que no me lo hagan pagar ahora que voy para allá. En dos días estoy allí.
    Un saludo.

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  2. Cayetano: en primer lugar que disfrutes al máximo de tus vacaciones, en segundo, llevas toda la razón, los portugueses supieron aprovechar muy bien nuestras debilidades de esos momentos para rascar en su favor.

    Buen verano.

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  3. No sé lo que opinarán los portugueses sobre el particular, pero a mí me parece un relato muy educativo y bien documentado.

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  4. Bwana: la historiografía portuguesa ha estado siempre envuelta en un nacionalismo poco sano cuando se trataba este tema,...por otra parte, los españoles hemos tratado siempre el tema con bastante sentido de superioridad... por eso las aportaciones objetivas del profesor Valladares han sido tan fundamentales.

    Un saludo.

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  5. Entrada como siempre muy interesante la de hoy, con el comienzo de toda una serie de maniobras "diplomáticas" para concluir la guerra. Pero la que más me llama la atención es la iniciativa de la regente de Portugal, que no acabo de entender muy bien. ¿Renuncia de Alfonso VI? ¿Un trono -que no se trata del de Portugal- para el infante Pedro?

    Me pierdo.

    Saludos

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  6. Negociaciones, negociaciones, negociaciones. Política y palabras, intercambios territoriales y monetarios, apoyos internacionales, circunstancias, situación inerna... Tantas cosas pueden determinar el éxito o el fracaso en una cuestión como ésta...

    Un saludo

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  7. Jordi: te explico: como quizás sabrás, Alfonso VI era enfermo mental y ésto era algo conocido por todas las cortes europeas, lo que le hacía manjable y poco apto para el trono, lo que se pretendía era hacerle abdicar declarándole "rex inutilis" y llamar al trono a su hermano Pedro para posteriormente hacer de Portugal una monarquía satélite de la española, es decir, un especie de protectorado como el que Carlos V había establecido sobre el Gran Ducado de Toscana tras derrocar a la República de Florencia y devolver el trono a Cosme de Medici, lo que de hecho hacía de este estado, al igual que lo era Génova, un protectorado de la Monarquía Hispánica que además controlaba a través de los llamados Presidios de Toscana...para saber más te invito a leer el artículo que sobre los mismos escribí hace tiempo en wikipedia.

    Un saludo y si tienes más curiosidades no dudes en consultarme.

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  8. Carmen: así es, no eran unas negociaciones fáciles, enajenar un reino del cuerpo de la Monarquía era algo demasiado traumático...por ello siempre se quiso establecer una cláusula de protectorado o de vasallaje para cuando llegasen momentos mejores...

    Saludos.

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  9. Gracias por la información. Algo así interpreté, pero me dije voy a preguntar que es de sabios. Pasareá a leer la Wiki sin dudarlo.

    Un saludo

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